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En Berlín se encuentran museos, galerías e instituciones imprescindibles en el mapa artístico y es también el lugar donde se desarrolla la Bienal, que este año llega a su 11ª edición. La aventura de las cuatro experiencias de esta edición comenzó en septiembre de 2019 y estaba previsto abrir su cuarta parte a principios de verano. Sin embargo, el desafío de la pandemia obligó a la organización a posponer su epílogo a septiembre, de dos meses de duración. Los cuatro espacios donde se desarrollará combinarán las tres experiencias anteriores con la participación artística de algunos creadores de distintos rincones del mundo. Como señala el equipo curatorial “solidaridad, vulnerabilidad y resistencia” se materializan en estos tiempos extraños que nos ha tocado vivir.

Si la 11ª Bienal de Berlín planteó cuestiones sociales urgentes desde el principio, la propagación del COVID-19 no ha hecho más que ponerlas en primer plano.. “La bienal habla de la vulnerabilidad de este sistema capitalista, expansionista, sexista, eurocéntrico y patriarcal que afirmaba que nuestros recursos eran ilimitados”, dice Agustín Pérez Rubio, uno de los cuatro curadores del evento. En este evento que reunirá a un centenar de artistas, conocemos a creadores españoles como Larar Troupé, colectivo que habla de enfermedades psicosociales, el dúo queer El Palomar, Andrés Fernández, Azucena Vieites y Sandra Gamarra, artista que aborda temas coloniales sobre Objetos andinos en museos y colecciones españolas.

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Después de las tres primeras partes en las que “las historias detrás de las maternidades, el cuidado del tiempo, el trabajo reproductivo, los cuerpos queer o la necesidad de comprender otras creencias”, cerró la bienal con un epílogo que abrazó todas estas realidades con un cuidadoso sentido de continuidad. Pero la realidad es a veces caprichosa y el coronavirus ha provocado una parálisis de la que aún no nos hemos recuperado. La primera decisión que tomó la organización fue no hacer ruido ni siquiera en las redes sociales, y tras un periodo de reflexión decidieron posponer su última entrega. “Muchos de los artistas de esta bienal nunca han estado en Europa y nuestro temor era que la pandemia volviera a ampliar la brecha de vulnerabilidad”argumenta Pérez Rubio.

Naomí Rincón Gallardo: fotograma de 'Resiliencia Tlacuache', 2019

Así, el evento de Berlín nos sumerge en la grietas y fisuras que nos separan y nos unen, temas que han trabajado algunos de los artistas que nos juntamos. El título La grieta comienza dentro Fue tomada de Iman Mersal (Egipto, 1966), una poeta que explora los fantasmas de la maternidad, “destruyendo su moral contemporánea”, afirman los comisarios en un comunicado. Por último, “como un epílogo La grieta comienza dentro denuncia la falacia de reivindicar para sí la destrucción de lo viejo y el nacimiento de lo nuevo”.

Cuatro sedes para una bienal

Cada una de las cuatro sedes (el Instituto de Arte Contemporáneo KW, la daadgalerie, el Gropius Bau y el ExRotaprint) tiene un carácter independiente gracias a un programa diverso. Así, el edificio ExRotaprint, en un barrio del norte de la ciudad con un alto porcentaje de inmigración, queda fuera del centro artístico donde se ubican instituciones culturales. Fue una decisión meditada porque, como dice Agustín Pérez Rubio, les preocupaba “la gentrificación que ha vivido Berlín en los últimos años”.

El archivo vivo es el título que recibe la exposición en este edificio, que desde hace un año es lugar de intercambios y experiencias. Por eso, a continuación reuniremos algunas de las experiencias que juntaron los residentes de Wedding. “Muchos tienen que ver con la idea de transmitir aprendizajes, con la forma de contar”, dice Pérez Rubio. Aquí podemos ver En la selva hay mucho que hacer., cinta grabada por tres cineastas basada en la historia del artista uruguayo Mauricio Gatti. La película se dio por perdida, pero luego de ser localizada fue restaurada y será presentada en la bienal. ExRotaprint “se ha utilizado como casa segura, un lugar donde las cosas pueden ser lentas, porosas y a escala humana. La gente se reunió, habló y escuchó. Lo que queda es un archivo vivo de la hospitalidad de todos ellos”, señalan los comisarios.

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Helena Tejada Herrera: dibujo preparatorio de 'Cantan, bailan, pelean'. 2020

Un paseo nos lleva al barrio de Mitte, donde KW propone una cuestión más política en La Anti-Iglesia: se habla de patria, nación, heteropatriarcado, maternidad, iglesia y estado y “cómo estos poderes tradicionales se apropian de los cuerpos”. En este espacio “se discutirán cuestiones históricas y coloniales, pero también habrá versiones conceptuales”, comenta Agustín Pérez Rubio, como el trabajo del colectivo El Palomar sobre Paul Schrader y la figura del padre al que hay que matar. “¿Se puede eliminar la violencia patriarcal de nuestros cuerpos colectivos?”, preguntan los curadores.

Dejando atrás el espíritu eclesiástico traído por las columnas de KW, llegamos a Daadgalerie, un espacio que se centra en Tienda para cuerpos disidentes, “una pieza compuesta por vestimenta para cuerpos de resistencia política, cuerpos indígenas, afrodescendientes y queer”, comenta Pérez Rubio. La ropa nos ayuda a habitar y transformar el espacio y la daadgalerie se convierte en “arquitectura de prêt-à-porter para movimientos vulnerables y sus políticas de moda, revolucionando la normalidad hipersexualizada de las colecciones de temporada de los grandes almacenes”. La ropa, por tanto, revela identidades pero también puede servir como “escudo, forma de carga o defensa”reflexiona el comisario.

La cuarta sede de esta edición de la Bienal de Berlín es Gropio Bauque se convertirá durante los próximos dos meses en un antimuseo en el que los visitantes podrán conocer cómo desde la Ilustración hasta la actualidad “Las nociones de museos y su museografía se basan en el eurocentrismo, el racismo y la forma en que hemos objetivado otros conocimientos y culturas”. Estamos ante una crítica “a las nociones de educación y a la transmisión colonial de la educación, ya que el racismo no sólo tiene que ver con los objetos y la tierra, sino también con las temporalidades”, dice Pérez Rubio. La inversión es total porque entras por la salida y nos acercas al trabajo de artistas afrodescendientes, indígenas o personas con problemas mentales que muchas veces no son considerados artistas, sino pacientes”. Aunque existen otro tipo de museos, “hay que entender –concluye Agustín Pérez Rubio- que toda modernidad implica colonialidad y, por tanto, todos los museos son coloniales. Los cimientos son así y hay que empezar a derribarlos”.

@scamarzana