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Resulta que uno de los libros en los que la poesía de Juan Ramón Jiménez alcanza cotas superiores en su peculiar misticismo vitalista se titula estacion total. Y “estación total” es también el nombre de un dispositivo utilizado en topografía, un teodolito con electroerosionador y microprocesador incorporados. No en vano, Núria Montclús, comisaria de esta exposición, aprovechó la feliz coincidencia para ponerle el título de una exposición que reúne varios Aproximaciones a la cartografía desde la práctica artística.

Esta es una perspectiva que ha sido ampliamente explorada, en programas como cartografías contemporáneas. dibujando el pensamiento (CaixaForum, 2012) y en libros como Graciela Speranza Atlas portátil de América Latina. Arte y ficción itinerantes (Anagrama, 2012). Y si señalo la existencia de estas recopilaciones no es que el trabajo ya esté hecho, sino que su alcance es infinito y hay lugar para muchos puntos de vista.

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[Graciela Speranza: “El arte siempre es una fábula sobre el tiempo”]

Otra cosa es que la azafata no nos deja muy claro lo suyo, además vaguedad deslumbrante como si “estábamos ante un conjunto de nuevas cartografías analítico-discursivas (…) a partir de las cuales es posible explorar y construir nuevos relatos e imaginarios sobre el entorno y el territorio que, a su vez, reflexionan sobre nosotros mismos y sobre las formas de relación con nosotros mismos”. el medio ambiente, tanto colectiva como individualmente.

Como contrapeso, debo decir que la selección de obras es excelente y el montaje impecable. Y quizás incluso podamos encontrar un hilo conductor que recorrería algunas de las obras y que es una cartografía que no es tanto horizontal sino vertical. Esto es lo que sucede en las impresionantes piezas de Miguel Sbastidaen el que fotografía –pero también recrea– configuraciones estratigráficas.

Agustín Ibarrola: 'O Relâmpago', 1982-85

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Agustín Ibarrola: 'El relámpago', 1982-85

O en las delicadas piezas de vidrio tallado Elena Lavelles, que combinan geografía e historia. Incluso, hasta cierto punto, en la doble contribución de lucía loren –un referente de este tipo de arte en España–. Una es la fotografía de un suelo agrietado por la sequía, suturada con lana, y la otra, la poderosa aguja con la que podemos fabular su consecución.

[Elena Lavellés, la belleza del mal]

escultura e instalación mercedes lara Tienen una ambivalencia singular entre denso y ligero, entre prominencia superficial y volumen. Muy sugerente es la combinación de fotografías de Barbara Fluxá. De él Mapa de un lugar perdido también brilla con la plata de los sueños. La gran pieza de Lecuona y Hernández, sin cuestionar su presencia y belleza, es, sin embargo, la que menos puedo encajar en el conjunto.

Y lo mismo diría del trabajo de Agustín Ibarrola, si no fuera porque la estación total mide ángulos y distancias simultáneamente. Una herramienta fundamental para acercarse a esa obra genuina del Land Art español que fue suya bosque de omaaquí exquisitamente evocado con una gran reproducción fotográfica delante de la que se colocan varios manojos de palitos de avellanas pintados, como si pudiéramos colocar un bosque en un jarrón.

Que una galería acometa un proyecto de estas características, como parte de una apuesta más amplia por introducir la sostenibilidad como tema, pero también como criterio, es una magnífica noticia. Tenemos que cambiar nuestra forma de entender el mundo, porque el mundo no tiene sustituto.