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Nada más terrible que las guerras: muertes, destrucción violenta, profunda negación de las diferencias humanas como algo digno de respeto. Ante esto, el horizonte del conocimiento y las artes siempre ha sido uno de los mayores impulsos para la paz: la positividad de la convivencia y el reconocimiento de la diversidad como algo positivo.
En el ojo del huracán, el título de esta exposición, nos sitúa inmediatamente ante una pregunta central: si estamos ubicados en Ucrania, ¿se trata de lo que vivimos hoy o del arte que tuvo lugar entre 1900 y 1930, como dice la segunda parte del título? ? Nada más iniciar la gira comprendimos que ayer y hoy Ucrania estuvo y está en el ojo de un huracán desatado por la extrema violencia de la dominación militarista.
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La exposición nos traslada a un conjunto de obras de las tres primeras décadas del siglo XX, cuando el vanguardias artísticas, un conjunto plural de movimientos que buscaban cambiar el arte y transformar la sociedad al mismo tiempo. Durante siglos, la existencia de Ucrania se desarrolló como un territorio dividido entre diferentes imperios y no se consolidó como nación hasta finales del siglo XIX.
[Las obras maestras de Ucrania llegaron al Thyssen: sobrevivieron a los misiles de Stalin y Putin]
Y luego, en la época de las vanguardias, lo que ocurrió fue una serie de huracanes feroces: el estallido de Primera Guerra Mundialla proclamación en junio de 1917 de la República Popular de Ucraniaque unos meses más tarde, tras la revolución bolchevique en Rusia, dio lugar a una guerra de independencia, cuyo territorio acabaría repartiéndose en 1921 entre Rusia y Polonia, y en 1922 Ucrania acabaría formando parte de la Unión Soviética bajo el régimen estalinista.
Si Ucrania vive ahora en el ojo de un huracán profundamente destructivo, los datos históricos nos dicen que Había experimentado una situación tan terrible antes. como el actual. Y es ahí donde debemos centrar nuestra atención en esta excelente exposición que nos lleva al arte como registro y testimonio de lo vivido en Ucrania en las tres primeras décadas del siglo XX. Esto nos permite viajar en el tiempo a través del arte, y visitar esa Ucrania que hoy resuena incesantemente en nuestra sensibilidad, pero de la que, por lo general, no tenemos conocimiento.
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Uno de los objetivos es recuperar la especificidad ucraniana, no a través del filtro ruso.
Estructurado en un recorrido con siete secciones ordenadas cronológicamente, la exposición reúne 69 obras, entre pinturas y obras sobre papel o cartón (en estos casos, dibujos, acuarelas y collages). Además de algunas piezas del Museo Thyssen, la mayoría de las obras proceden de Museo Nacional de Arte de Ucrania es de Museo de Teatro, Música y Cine de Ucrania, ambos con sede en Kyiv. En aquella época, las actividades artísticas se desarrollaban en las ciudades más pobladas de Ucrania: Kiev, Járkov y también Odesa.
Hay un aspecto significativo a destacar aquí: los comisarios de la exposición utilizan diferentes transcripciones, más precisamente ucranianas, al parecer, de estos dos primeros nombres: Kiev y Kharkiv, que son los que nos encontramos en el camino. Y esto está relacionado con uno de los objetivos de la exposición: el deseo de recuperar la especificidad ucranianano a través del filtro ruso.
Esta idea de recuperación se entiende en profundidad con los nombres de los artistas, generalmente muy poco conocidos en Occidente. Estamos ante las obras de quienes son considerados “maestros” de la vanguardia artística ucraniana: Oleksandr Bohómazov, Vasil Ermílov, Víctor Palmov, Anatol Petrytskyi, davyd burlyuk Es Mykhailo Boichuk. Por supuesto, son muy conocidos. Kazymyr Malevych y El Lissitzky, rusos que trabajaron en Ucrania y de los que se presentan dos pequeñas obras de teatro. Y también están presentes dos artistas femeninas, Sonia Delaunay y alexandra al aire libreNació en Ucrania pero desarrolló su carrera en el extranjero.
Las obras nos transmiten una mezcla muy intensa de líneas artísticas y temáticas, estas muy determinadas por las situaciones políticas que se vivían. Ante nuestros ojos, ecos del expresionismo, futurismo, cubismo, constructivismo y finalmente realismo. Todo ello, con una intensa fuerza en pinturas y dibujos para el teatro: vestidos, coreografías, telones... En definitiva, la exposición es un excelente argumento sobre la vitalidad del arte. Un intenso ejemplo de cómo el arte transmite y exige la vida incluso en situaciones difíciles.