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En el siglo XVII fue muy celebrado y valorado en Europa. Trabajó para los reyes de Inglaterra y España, para el virrey de Nápoles, para importantes mecenas de la época y se convirtió en un fenómeno. Artemisia Gentileschi (Roma, 1593 – Nápoles, 1653) encontró una manera de expresarse, de hacerse oír en un mundo y una época fuertemente dominados por los hombres, y tuvo una vida completamente autónoma gracias a su enorme talento y sus conexiones inteligentes. Sin embargo, durante siglos su figura quedó en el olvido hasta que en el siglo XX las corrientes feministas la rescataron para devolverle el valor y lugar que merece en la Historia del Arte. Ahora, como parte de esta recuperación, La National Gallery de Londres dedica una gran retrospectiva a la pintora barroca que nos muestra a la artista con todas sus asperezas.
El germen de esta exposición se remonta a 2018, cuando la galería de arte dirigida por Gabriele Finaldi adquirió Autorretrato como Santa Catalina de Alejandría (1615–17)“el primer cuadro del artista que entra en una colección pública del Reino Unido”, recuerda el director. Con ese objetivo, la inauguración estaba prevista para abril, pero el coronavirus tomó fuerza y, como todo, tuvo que posponerse. Finalmente, se estrena este sábado 3 de octubre y podrá verse hasta el 24 de enero. Además de sus pinturas, Esta exposición presenta documentos como cartas descubiertas recientemente y la transcripción del juicio por violación que tuvo lugar en Roma.
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Artemisia, una joven en la sombra
Artemisia Gentileschi era la hija mayor (y única mujer) del también pintor Orazio Gentileschi. “Crecer no fue fácil para ella, su madre murió cuando ella tenía 12 años, creció en un ambiente familiar dominado por hombres y el cuidado de sus tres hermanos menores recayó sobre ella”, explica Letizia Treves, comisaria de la exposición. . Desde pequeña mostró talento y su padre la educó en el arte de la pintura al igual que sus hermanos. Sin embargo, la suya fue diferente porque era una mujer soltera que “no podía andar libremente por las calles de la ciudad copiando obras como sus hermanos”. Entonces tuvo que quedarse en casa y, según sus palabras, era perjudicial, un tormento.
“Sabemos que pintaba de forma independiente a los 16 años. Su primera obra firmada y fechada la realizó a los 17 años y si se mira con atención se puede ver cuán madura y sofisticada es su pincelada”, observa Treves. A esa edad ya había asimilado la técnica que le había enseñado su padre. ¿Cuál fue la primera obra que conocimos de ella? Se trata de Susana y la vieja, conocido pasaje del Antiguo Testamento en el que Susana es violada por dos hombres. En este momento, Artemisia “aporta una perspectiva femenina a la historia”, y se centra en la situación que vive esta mujer vulnerable, metiéndose en su piel y poniéndonos la piel de gallina.
Eso sí, no sabía que apenas unos meses después ella misma sufriría un episodio similar cuando fue violada por el pintor Agostino Tassi en casa de su padre. La joven inició una relación de varios meses con él con la “falsa esperanza de que se casara con ella, pero al ver que eso nunca sucedería, su padre Orazio presentó una denuncia”, relata Treves. El juicio duró varios meses difíciles, durante los cuales Artemisia siguió pintando, aunque “no existen muchos cuadros de esta época”. Todos los detalles del proceso judicial quedan recogidos en un libroLo abre la página en la que se narran algunas de las torturas a las que fue sometido el artista, que se presenta por primera vez al público.
Veredicto y traslado a Florencia.
En noviembre de 1612, Tassi fue declarado culpable y tuvo que elegir entre el exilio y cinco años de trabajos forzados. Aunque optó por la primera opción, nunca sucedió y sólo un día después del veredicto. artemisia casada con el hermano pequeño del notario que encabezó su defensa. Con él decidió mudarse a Florencia, ciudad donde comenzó una nueva etapa para el artista. Aunque este dramático episodio en ocasiones eclipsa su talento, lo cierto es que Artemisia fue una de las artistas más talentosas de su época, algo que se puede comprobar en su época florentina.
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Allí aprendió a leer y escribir y se matriculó en la escuela de arte en 1616, convirtiéndose en la primera mujer aceptada. Gracias a ello pudo conocer a artistas contemporáneos y se introdujo en los círculos artísticos de la ciudad, circunstancia que le abrió la puerta a conocer a grandes mecenas como los Medici. Sin embargo, fue en Florencia donde creó su obra de arte más conocida. Este período está representado en las salas de la National Gallery con la presencia de las dos versiones que hizo Artemisia Judit decapitando a Holofernes. En ellos “vemos al artista pintando otro tema muy conocido de la Biblia. Artemisia se sumerge directamente en la piel del protagonista e imagina la escena. La forma en que se propaga la sangre es muy realista”, afirma Letizia Treves. Sin embargo, la artista no firma con su apellido habitual, sino con el de su abuelo paterno, Lomi, “una muy buena estrategia para que se sienta más compatriota”.
En muchas ocasiones se ha dicho que las obras de Artemisia Gentileschi son autobiográficas y es que durante la fase florentina comienza a incluirse en sus obras y realiza numerosos autorretratos en los que adopta diferentes roles. Sin embargo, hubo un revés en su vida, pues además de tener cinco hijos en cinco años, su marido tenía deudas que los mantenían en constantes dificultades económicas. Artemisia era el sostén de la familia y cuando en 1620 la situación se volvió insostenible decidieron regresar a Roma.
una estrella en roma
“Durante los siete años que estuvo fuera de Roma se convirtió en una artista de considerable éxito y Cuando regresó, sus mecenas no sólo querían sus obras sino que también le encargaron retratos., se convirtió en objeto de otros artistas como Dumonstier o Simon Vouet”, detalla el comisario de la exposición. Poco después de su regreso, su padre abandonó la ciudad y en 1623 ella se separó de su marido, continuando con una caso comenzó en Nápoles y del que conocemos gracias a una correspondencia, descubierta en 2011 y expuesta en un escaparate.
Completamente alejada de la sombra de su padre y libre del matrimonio en La década de 1620 se convirtió en el mejor período de su carrera artística.. Aunque se desconoce el círculo de amigos que reunió durante los años que estuvo en Roma, lo que sí se nota es un cambio en su pintura. En un momento cuando “Había fiebre por coleccionar obras al estilo caravaggio sus obras se vuelven más naturalistas y adquieren la luz dramática del pintor”.dice Tréves. Vemos, por tanto, que Artemisia se adapta a los gustos de cada época y adopta las características correspondientes en su pintura. “Aunque continuó pintando mujeres de la Biblia y de la historia antigua, lo que aportó fue una sensibilidad femenina que los coleccionistas podían apreciar. Ese fue su mejor activo”, afirma el curador.
25 años en Nápoles
A finales de 1620 realizó un breve viaje a Venecia, pero la peste que asoló la ciudad afectó su traslado a Nápoles en el verano de 1630. Allí volvió a adaptarse a los gustos de la época y de la sociedad, creando grandes retablos en los que pudo colaborar con otros artistas. Sin contar el viaje que realizó a Londres, que duró alrededor de dos años, la pintora permaneció en la ciudad del sur de Italia hasta el final de su vida. Si bien se puede leer en sus cartas que no le gustaba esta ciudad por considerarla violenta y costosa, fue allí donde “amplió su repertorio incluyendo alegorías y temas literarios”. El recorrido por la National Gallery termina como comienza, con otra versión del Susana y la vieja descubierto en 2008. Aunque el que da inicio a la exposición es el primero que se conoce, este es el último firmado y fechado del que se tiene constancia. “Si las dos piezas no estuvieran firmadas y fechadas, sería muy difícil determinar si son suyas”, apunta Letizia Treves.
En los últimos años se han descubierto nuevos cuadros del gran pintor barroco, por lo que Tréves no descarta que poco a poco se vayan encontrando más. En definitiva, esta gran retrospectiva nos muestra a una Artemisia testaruda y decidida que se abrió camino en la pintura. Pero nadie mejor que ella para definirse como lo hizo en una carta que envió a Antonio Ruffo en 1649: “conmigo, vuestra señoría, no perderéis, y encontraréis el espíritu de César en el alma de una mujer. “