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estamos antes un retorno artístico de intenso significado. Manuel Segade nos trae una vez más la obra de Juan Muñoz (1953-2001) cuando cumpliría 70 años y 22 años después de su prematura muerte, con tan solo 48 años. El primer paso es la presentación de un conjunto de 21 excelentes piezas, instalaciones escultóricas de diferentes formatos y extensiones, en un escenario que dialoga con las características arquitectónicas del edificio que las alberga.
El título del espectáculo. Todo lo que veo me sobreviviráes una cita de la poeta rusa Anna Akhmatova que Juan Muñoz recogió en una de las últimas notas de sus cuadernos de preparación para la que fue su última exposición, en la Tate Modern de Londres en 2001. El título se utiliza aquí como una hermosa alusión poética a la supervivencia de las obrasmás allá de la expiración de la vida de los artistas.
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La datación de las piezas es básicamente de los años 90, aunque también hay una de 1989 y otra de 2001. Estamos en la fase final de la carrera creativa de Juan Muñoz, en la que alcanzó fuerte reconocimiento internacional. El siguiente paso en este regreso será otra exposición, en el CA2M de Móstoles, que se inaugurará en junio, coincidiendo con la fecha del nacimiento del artista, en la que veremos el recorrido de sus obras desde principios hasta los años ochenta.
[Juan Muñoz, redactando el trilero]
Este juego con el paso del tiempo –recuperar la obra de Juan Muñoz, el gran artista que se fue tan temprano, en dos fases que van en sentido contrario a su desarrollo temporal, desde la última a la primera– es una señal alusiva de lo vivas y radiantes que siguen siendo sus obras. Todas ellas están determinadas por la interacción que provocan al mirarlas, aspecto que Muñoz enfatiza con el uso de espejos que reflejan tanto sus esculturas como a quienes las miran, que se introducen así en la instalación interactiva que las constituye.
Aquí, en la galería Alcalá 31, las piezas nos remiten explícitamente a este tema. sara con vestido azul [Sara con un vestido azul] (1996) y hola specchio [En el espejo] (1997). Y esto es lo que escribió Juan Muñoz sobre lo que podemos ver en ellos y cómo lo vemos: “Mis personajes a veces se comportan como un espejo que no puede reflejar. Están ahí para decir algo sobre tu mirada, pero no pueden porque no quieren que te veas a ti mismo”. Ahí estamos: mirando, queriendo verlo todo, y este fluir te lleva a ser mirado, visto, en el reflejo de los diferentes.
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Un problema que persiste durante la instalación. Dos centinelas en terreno óptico. (1990), situado en la entrada, figuras de sombras con armas, que nos recuerdan el control de nuestra mirada. Y también en las piezas del balcón: balcón [Balcón] (1991) y Balcón de Nîmes [Balcón de Nimes] (1994), en ambos casos balcones sin nada ni nadie encima, vacíos. “El vacío no se muestra. Se muestra el deseo de que se llene. […] No veo los balcones vacíos ahora; Hablan de cualquier cosa menos de ellos mismos. Son imágenes que ya están ahí, que ya han sido utilizadas”, afirmó. Nuestra mirada elimina el vacío…
El ir y venir en la mirada, en la visión, es aquí donde se ubica el núcleo referencial de la obra de Juan Muñoz: nada está cerrado en la inmediatez de las piezas, todo queda abierto al flujo interactivo que provocan cuando nuestra mirada se acerca a ellos. Además de provocar el “llenado” del vacío, los personajes nos acercan a la similitud desde la distancia. En la segunda mitad de los noventa, esto se materializó en las figuras caricaturizadas de enanos, muñecos de ventrílocuo y “chinos”, como los identificó el propio Muñoz.
El siguiente paso en este regreso será otra exposición, en el CA2M de Móstoles, que se inaugura en junio, coincidiendo con la fecha de nacimiento del artista.
Relacionada con esto último está la recuperación de la energética instalación escultórica Cuadrado (1996), que podrá verse por primera vez desde su presentación en el Palacio de Velázquez del Retiro, dentro de la exposición que el Museo Reina Sofía dedicó en su momento al artista. Se trata de un conjunto de 27 figuras en tonos de grises, de “chinos” que ríen. No puedes entrar dentro del círculo abierto que forman, y así el tema del espejo, de la identidad y la diferencia, se abre a medida que te acercaslos evitas desde fuera y acabas percibiendo a los demás desde ti mismo.
La figura que cuelga por la boca del techo de la habitación: Con la cuerda alla bocca [Con la cuerda en la boca] (1997) y las dos figuras de papel toalla con postigos de 1999 nos hablan de la paradoja de la representación: no podemos entender la motivación de lo que vemos.
[Juan Muñoz. Mira a los ojos]
Ya estamos en la fase final del viaje creativo de Juan Muñoz. Pero, como conclusión, es significativa la vuelta a la risa de las figuras colgadas en la pared en sillas en la pieza fechada el año de su muerte, en 2001: Dos sentados en la pared [De los que están sentados en la pared]. ¿Se ríen de tu posible caída? La respuesta sigue abierta, como la vida misma., ante nuestras ganas de mirar y poder ver hacia dónde vamos. Juan Muñoz: mirar desde fuera, poder ver en profundidad.
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