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Creo que uno de los mayores desafíos para los fotógrafos que trabajan en el género del retrato, especialmente si no es en contextos controlados, es gana la confianza de tu modeloalgo en lo que Mar Sáez (Murcia, 1983), quizás por sus estudios de psicología, es una experta.

Muchos recordarán su exposición en el Centro de Arte de Alcobendas en 2018, donde recogió instantáneas de sus compañeros de viaje en el BlaBlaCar, la carretera y sus vías secundarias sumergidas en la oscuridad. O cuando siguió con su cámara durante cuatro años a Vera y Verónica, una pareja que le abrió las puertas a la intimidad y le permitió profundizar en cuestiones de género e identidad.

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Para una artista que alimenta su obra con las relaciones sociales, el confinamiento tenía que ser un periodo inspirador. Fue entonces cuando nació el proyecto. tercera vida (Roma), 2021-2022, que presenta ahora en la galería Daniel Cuevas y que preparó durante su residencia artística en la Academia de España en Roma. Tan pronto como se levantaron las restricciones, se acercó a los grupos de jóvenes que se reencontraban en las playas de Ostia, captando ese momento de reencuentro y recuperarse del contacto físico perdido.

[Natalia Castañeda, cartografía de los extintos]

La noche, momento inspirador para tantos artistas, le permite a Sáez jugar con luces y sombras, a las que añade cuidadas composiciones y texturas. Pone estas nuevas escenas en diálogo con detalles de pinturas y esculturas clásicas, centrándose en el claroscuro de las primeras y la penumbra de las segundas. Hay muchos momentos de asombro, como cuando compara el cuello desnudo de una de las chicas con un óleo que podría ser de Caravaggio. Sáez sabe centrarse en lo que quiere destacar. Piensa en la escena antes, durante y después. Y sus cómplices lo escuchan.

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